martes, 12 de junio de 2012

MICHAEL NYMAN en Zaragoza

Me pilla un poquito lejos y con los apuros de la crisis no sé si podría asistir a su concierto o conformarme con oír los ecos desde el exterior del Teatro. ¿Cómo es posible que un sonido pacifique tanto el alma?

Esto promete ser tan aburrido como antes, supongo que hay cosas que no cambian y entre ellas está el gusto por este tipo de música. En mi búsqueda me tropiezo con el capítulo "Las emociones se contagian como un virus" y descubro que casi con total probabilidad tal como nos sentimos, así nos sienten los demás. Eso de las neuronas espejo se puede convertir en nuestro mejor aliado o en nuestro peor enemigo. Si nos sentimos tristes proyectamos tristeza, si nos sentimos felices proyectamos felicidad. En los tiempos que nos corren, a un paso del corralito griego, y de la intervención del estado, transmitir más tristeza es no sólo contraproducente, sino que resultaría antipático y de muy mal gusto. Transmitir en cambio optimismo puede convertirnos en inconscientes a ojos de quienes conocen objetivamente nuestra realidad. ¿Hasta qué punto somos presas de tanta mala noticia económica? ¿Hasta qué punto dejamos de mirar todo el cuadro? ¿Hasta qué punto nos preocupa todo tanto que apenas miramos, escuchamos, sentimos, acariciamos o nos dejamos acariciar? Las emociones se contagian como un virus. Apenas en este mundo de prisas hay resquicio para el color, la calma y la esperanza. Pero existen esos lugares. Existen.


 ¿Podría alguien encender una vela para cambiar el corazón y los sentimientos de la gente?


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