jueves, 11 de septiembre de 2008

Don Juan Tenorio



Hoy rescato de la literatura española una escena donde y las palabras son el vehículo perfecto para llegar al destino deseado, porque escuché una canción que amenizaba el blog de Sofía Rocha (La insoportable estupidez de ser) y me evocó este trozo del teatro español:


ACTO CUARTO, ESCENA III:


Don Juan: ¿Adónde vais, doña Inés?

Doña Inés: Dejadme salir, don Juan.

Don Juan: ¿Que os deje salir?

Doña Inés: Señor, sabiendo ya el accidente del fuego, estará impaciente por su hija el comendador.

Don Juan: ¡El fuego! ¡Ah! No os dé cuidado por don Gonzalo, que ya dormir tranquilo le hará el mensaje que le he enviado.

Doña Inés: ¿Le habeis dicho...?

Don Juan: Que os hallábais bajo mi amparo segura, y el aura del campo pura, libre, por fin respirábais.

¡Cálmate pues vida mia! Reposa aquí, y un momento olvida de tu convento la triste cárcel sombría.

¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,que en esta apartada orilla

más pura la luna brilla y se respira mejor?

Esta aura que vaga, llena de los sencillos olores y de las campesinas flores que brota esa orilla amena; esa agua limpia y serena que atraviesa sin temor la barca del pescador que espera cantando el día.

¿no es cierto, paloma mía que están respirando amor?

Esa armonía que el viento recoge entre esos millares de floridos olivares, que agita con manso aliento; ese dulcísimo acento con que trina el ruiseñor de sus copas morador, llamando al cercano día.

¿no es verdad, gacela mia, que están respirando amor?

Y estas palabras que están flitrando insensiblemente tu corazón, ya pendiente de los labios de don Juan, y cuyas ideas van inflmando en su interior un fuergo germinador no encendido todavía.

¿no es verdad, estrella mía, que están respirando amor?

Y esas dos líquidas perlas que se desprenden tranquilas de tus radiante pupilas convidándome a beberlas, evaporarse, a no verlas, de sí mismas al calor, y ese encendido color que en tu semblante no había,

¿no es verdad, hermosa mía, que están respirando amor?

¡OH! ¡SI! BELLÍSIMA INÉS,
ESPEJO Y LUZ DE MIS OJOS;
ESCUCHADME SIN ENOJOS,
COMO LO HACES, AMOR ES:
MIRA AQUÍ A TUS PLANTAS, PUES,
TODO EL ALTIVO RIGOR
DE ESTE CORAZÓN TRAIDOR
QUE RENDIRSE NO CREÍA,
ADORANDO, VIDA MIA,
LA ESCLAVITUD DE TU AMOR.

Doña Inés: Callad, por Dios, ¡oh, don Juan! que no podré resistir mucho tiempo sin morir, tan nunca sentido afán.

¡Ah! Callad por compasión que oyéndooos, me parece que mi cerebro enloquece, y se arde mi corazón.

¡Ah! me habéis dado a beber un filtro infornal sin duda, que a rendiros os ayuda la virtud de la mujer.

Tal vez poeseeís, don Juan, un misterioso amuleto, que a vos me atrae en secreto como orresistible imán.

Tal vez Satán puso en vos su fista fascinadora, su palabra seductora, y el amor que negó a Dios.

¿Y qué he de hacer?¡Ay de mí! sino caer en vuestros brazos, si el corazón en pedazos me vais robando de aquí?.

No don Juan, en poder mío resistirse ya no está:
YO VOY A TI, COMO VA SORBIDO AL MAR ESE RIO.
TU PRESENCIA ME ENAJENA,
TUS PALABRAS ME ALUCINAN,
TUS OJOS ME FASCINAN,
Y TU ALIENTO ME ENVENENA.

¡Don Juan! ¡don Juan! yo lo imploro,
de tu hidalga compasión,
O ARRÁNCAME EL CORAZÓN,
O ÁMAME, PORQUE TE ADORO.

(Don Juan Tenorio. José Zorrilla).

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